Para honrar la memoria de Yanga

…me quedé a comer en el pueblo de San Lorenzo de los negros, situado en medio de un bosque. Como está habitado todo por negros, allí parece que se está en Guinea. Por lo demás son de hermosas facciones y aplicados a la agricultura…” Giovanni Francesco Gemelli, 1697 (Viaje a la Nueva España, UNAM, México, 2002).

El hombre que conocemos como Gaspar Yanga (Nyanga o Ñanga) era de origen bran (brong o abron), un grupo étnico del territorio que hoy es parte de Ghana y Costa de Marfil, países de África occidental. En el siglo XVI fue secuestrado y obligado a salir del continente; seguramente pasó primero por la isla de Cabo Verde para arribar a Nueva España (hoy México) por el puerto de Veracruz. Se estima que Yanga escapó de quienes le mantenían cautivo en la década de 1570.

Al parecer ayudó a otras personas de origen africano a escapar de la esclavitud, en particular, mujeres y niños, para criarlos en libertad en sus palenques, cerca de Córdoba, Veracruz. En la época, quienes huían de la esclavitud eran conocidos como cimarrones y los asentamientos que formaban se llamaban palenques. Yanga también fue acusado de asaltar los caminos y las casas de personas adineradas.

Décadas después de que Yanga escapara, el jesuita Juan Laurencio aceptó la tarea de reducir a los “negros cimarrones” de Veracruz y la comisión fue dirigida por Pedro Gómez (o González) de Herrera, parece que proveniente de Puebla. En 1608 o 1609, salieron hacia Veracruz. Hubo muertes y uno de los palenques fue prácticamente destruido, sin embargo, Yanga y un grupo de personas de origen africano lograron fundar el pueblo “San Lorenzo de los Negros” o “San Lorenzo de Cerralvo”, en 1608 y fue reconocido oficialmente en 1630 (Aguirre, 1994)El viajero Giovanni Francesco relató haber conocido dicho lugar en 1697.

Este asentamiento es considerado uno de los primeros territorios de personas de origen africano que fueron reconocidos oficialmente por la Corona Española como “pueblo de negros libres”, pero no fue el único caso en México. Amapa, en el actual estado de Oaxaca, fue fundado de manera similar y reconocido en el siglo XVIII como lugar de personas de origen africano libres.

Para conseguir ese magnífico logro, se emprendieron batallas. El padre Juan Laurencio relató lo sucedido y mencionó una carta que Yanga envió, en la cual decía que

“se habían retirado a aquel lugar, por libertarse de la crueldad y de la perfidia de los españoles, que sin ningún derecho pretendían ser dueños de su libertad: que favoreciendo Dios una causa tan justa, habían hasta entonces conseguido gloriosas victorias de todos los españoles que habían venido a prenderlos. Que en asaltar los lugares y haciendas de los españoles, no hacían sino recompensarse, por fuerza de las armas, de lo que injustamente se les negaba” (Francisco Zambrano y José Gutiérrez, Diccionario Biobibliográfico de la Compañía de Jesús, citado en Cristina Masferrer, 2009).

Cuando finalmente las fuerzas comandadas por los españoles encontraron a los cimarrones, se escuchó que hombres, mujeres y niños gritaban “españoles en tierra; españoles” (Idem). Se dice que en medio de la comarca había un árbol muy alto y en su copa había una plataforma que servía de atalaya. Había un altar o iglesia donde tenían “candelas encendidas” (Idem). Tenían árboles frutales, sementeras de maíz, frijol, tabaco, papas, algodón y otras legumbres. En las viviendas se encontraron provisiones de comida, ropa, espadas y “no poca moneda” (Idem). Además, tenían gallinas, ganado y telares que trabajaban las mujeres. La mitad de los hombres se dedicaba al campo y la otra, a las armas. Para su protección, habían estrechado el camino y colocado obstáculos: “a modo de muralla, tras la cual se encubría mucha gente” (Idem).

Un documento del Archivo General de la Nación (Inquisición, vol. 283, exp. 26, f. 186-187), muestra las peticiones que hizo este grupo de personas. Algunas de ellas son: Que fueran libres todos los que hubieran huido hasta del mes de septiembre de 1608, y los que llegaran posteriormente se devolverían a sus dueños; Que no hubiera casa ni morada de español dentro del pueblo, a menos que fuera durante los tianguis (lunes y jueves); Que tuvieran sus regidores y forma de cabildo; Que el capitán Yanga debía ser su gobernador y después de él sus hijos y descendientes; Que pagarían los tributos a su majestad como todos los demás negros y mulatos libres; Que los administren frailes franciscanos y no otros.

En ese mismo periodo, hubo rumores en otras regiones de la Nueva España sobre posibles alzamientos africanos y afrodescendientes que también habían escapado de la esclavitud; por ejemplo, hubo preocupación en Acapulco y la Ciudad de México. En 1612, en la capital novohispana, estos temores originaron la trágica matanza de más de treinta hombres y mujeres de origen africano.

Lo más probable es que Gaspar Yanga estuviera en esos momentos en San Lorenzo de los Negros y ningún indicio histórico permite suponer que haya sido asesinado, sin mencionar que sin duda estaría ocupado en la construcción de un pueblo recién fundado cuatro años antes. Gonzalo Aguirre Beltrán (1994) refiere un documento de 1641 donde se menciona a Gaspar Ñanga como capitán de los negros de San Lorenzo y propone que se trata de uno de sus hijos. Adriana Naveda (2001) señala que en 1640 se acusó a uno de los hijos de Yanga de proteger cimarrones.

Parece que hubo cambios en la ubicación del pueblo, pero actualmente, Yanga es una localidad y un municipio de Veracruz. Además, de acuerdo con la Encuesta Intercensal 2015 del Inegi, Guerrero, Oaxaca y Veracruz son las entidades con porcentajes más altos de personas que se reconocen como negras, afromexicanas o afrodescendientes.

Recordar a las personas de origen africano que fueron esclavizadas o que lograron liberarse de tal injusticia, y valorar sus contribuciones en la construcción de lo que hoy es México, fue uno de los motivos por los cuales la Unesco, en colaboración con instituciones como el INAH, declaró al puerto de Veracruz y Yanga, Sitio de Memoria de la Esclavitud y de las Personas Afrodescendientes.

Honremos la memoria de Gaspar Yanga y de las mujeres y hombres de diferentes edades y procedencias étnicas africanas, que hace cuatrocientos años lograron fundar un pueblo libre reconocido oficialmente. Yanga sigue vivo hoy y su historia permanece en la memoria de personas que habitan en Veracruz y en la región Papaloapan del estado de Oaxaca, quienes se consideran descendientes de aquel hombre bran que con su inteligencia y valentía desestabilizó el orden colonial que les sometía injustamente.

Referencias:

  • Aguirre Beltrán, Gonzalo, “Nyanga y la controversia en torno a su reducción a pueblo”, El negro esclavo en Nueva España y otros ensayos, FCE, México, 1994, pp. 179-186.
  • Masferrer, Cristina, Familia, niñez e identidad social entre los esclavos de origen africano de la Ciudad de México, en la primera mitad del siglo XVII, tesis, ENAH, México, 2009.
  • Naveda Chávez-Hita, “De San Lorenzo de los negros a los morenos de Amapa: cimarrones veracruzanos, 1609-1735”, en: Rina Cáceres (comp.), Rutas de la esclavitud en África y América Latina, EUCR, San José, 2001, pp.157-174.

 

 

Esta noticia pertenece a The Mexican Times

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