El tema principal de la agenda migratoria de esta semana fue la política de la presidencia deEstados Unidos de separar a los niños que cruzan sin documentos de sus padresy retenerlos aparte. La medida fue calificada como bárbara, inhumana e incluso cruel. Circularon fotos, audios y testimonios de historias desgarradoras de padres y madres clamando por sus hijos que a su vez, no paraban de llorar. No hubo medio que no diera cuenta de la nota y mucho menos, el que no celebrara que el presidente estadounidense tuvo que firmar un decreto que pondría fin a esta medida, sin que haya aún claridad como se resolverá.
Este episodio sirve para abrir un debate que en México solo nos perturba y ofende cuando el que toma medidas extremas contra los migrantes es nuestro villano favorito, Donald Trump. Aun cuando en nuestro país se aprobó una ley migratoria en el año 2011, la cual buscaba mejorar de una manera ejemplar la condición de los extranjeros, al ofrecer condiciones de certeza y claridad en los trámites que cada grupo de migrantes debería acreditar, fueran residentes permanentes, en tránsito e incluso los mexicanos de vuelta al país y los que radican en el extranjero. Sin embargo, el problema es que aunque esta ley y su reglamento son el marco legal que debería regir la situación de los extranjeros, en realidad hay planos por encima de dicha ley, como el Plan Frontera Sur que inició en el año 2014 y que es la estrategia que realmente establece las condiciones del trato que en México damos a los migrantes, sus familias y sobre todo, a sus niños , los cuales por cierto son los mismos que vemos llorar desde centros de detención en ciudades de Texas, pero que entes pasaron por la ruta migratoria mexicana.
Nadie podrá negar que desde hace años se ha denunciado la dureza que esta población enfrenta en territorio mexicano, sobre todo los migrantes en tránsito, pero también hay episodios terribles de extranjeros que la autoridad mexicana ni siquiera deja entrar al país, pues son deportados desde el aeropuerto sin explicación alguna. Dicho esto, tal vez nuestra indignación al conocer algunas de las medidas extremas de la política migratoria estadounidense, podría llevar a cuestionarnos nuestra propia política y nuestra capacidad de generosidad y hospitalidad en un tiempo donde la movilidad humana es el sello.
Vale aclarar que así como hay hostilidad y dureza hacia los migrantes en México, también hay una potente sociedad civil que da ejemplos de una solidaridad sin reserva a través de acciones que nos deben enorgullecer como nación.
Baste mencionar la red de albergues para migrantes a lo largo de todo el país, acciones que merecen premios por su generosidad sin limite como Las Patronas, las caravanas de madres buscando a sus hijos migrantes desaparecidos en suelo mexicano. Pero también hay miles de acciones que pueden ser pequeñitas, pero que vale la pena apoyar por que son formas de modificar nuestro propio discurso nacional respecto a los migrantes y sus derechos. Aprovechando la coyuntura política, en este momento hay una iniciativa que promueve una elección simbólica para que los extranjeros en México participen de la fiesta cívica nacional que son las elecciones del 1 de julio. Parte de un principio básico, “los derechos políticos son derechos humanos” y en el fondo, es un de mensaje que busca decir, “amigo extranjero, aquí, nosotros, no somos como Trump”. Busquen información en www.migrantologos.mx
Esta información se tomó de http://www.eluniversal.com.mx/columna/leticia-calderon-chelius/nacion/coyuntura-migratoria-los-derechos-de-los-migrantes