El rechazo a centroamericanos es racismo; no son una amenaza y no vienen a quitarnos nada: investigadores

Miles de personas no son un peligro en una población de 120 millones de personas. Si se emplean lo harán en trabajos precarios que no quieren los mexicanos, y no son delincuentes, vienen huyendo de la pobreza y la violencia.

Entre las noticias publicadas estos días sobre el éxodo centroamericano aparece el video de un voluntario en el estadio Jesús Martínez ‘Palillo”, en la alcaldía de Iztacalco, en la Ciudad de México. Es parte del grupo de personas que están ahí para apoyar a la caravana migrante. El joven dice a cuadro que por ahora hay suficientes donaciones de ropa de mujer y de niños. Pide llevar mejor vestimenta de hombre, tenis, chamarras, bóxers y calcetines.

En los comentarios dejados en el video hay frases como: “ah sí, ya nada más falta que quieran Gucci, Oscar de la Renta, Dockers, Levis, todo quieren esos delincuentes” o “asómate cómo está la gente de Tepic, y los mexicanos están más preocupados por estos delincuentes que entraron de forma violenta e ilegal al país”.

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Hay muchos mensajes en redes sociales con las mismas palabras: delincuentes, ilegales, violentos. Muchos más enuncian el miedo a que no solo quieran pasar por México hacia Estados Unidos, sino que quieran quedarse y entonces causen sobrepoblación, desempleo, más delincuencia. El contraste está en la respuesta de apoyo de las comunidades pobres por donde la caravana ha pasado. En las redes también ha quedado testimonio de eso: los de menos recursos apoyando a migrantes que para otros, en mejor posición, parecen un peligro.

Máximo Jaramillo, coordinador de Estudios de Desigualdad de Oxfam México, dice que esta parte de la reacción, xenófoba-clasista-racista, es una expresión más de la narrativa meritocrática: negada a reconocer los privilegios de algunos sectores por su origen. “A través de esas narrativas justifican lo que tienen y que no se hagan mayores acciones para tratar de cambiar la desigualdad”.

Este tipo de posicionamientos, agrega el investigador, los reproducen por lo general quienes se auto adscriben a la clase media, aunque en realidad no pertenezcan a ésta: sectores de la clase alta y quienes en realidad, por ingreso, se ubican en la clase baja. “En México, de acuerdo a datos del INEGI, la clase media representa 40% de la población total del país, pero el 70% se auto adscriben en ese grupo”. El 30% imaginariamente mal ubicado son quienes apoyan más fuerte estas narrativas individualistas o meritocráticas.

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La encuesta Caravana Migrante, de Consulta Mitofsky, también da información respecto al perfil de quienes rechazan al éxodo. Los resultados muestran que 51% de las y los mexicanos concuerdan con la propuesta del presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, sobre ofrecerles empleos dignos y el 42% la rechaza. Los sectores que muestran más apoyo a la caravana son: los hombres; los habitantes de localidades rurales, y los de nivel económico más bajo. El sector con más rechazo está constituido por los votantes del PAN en las elecciones presidenciales; que residen en el occidente o el bajío del país, y quienes conforman la clase media.

El argumento principal de quienes están en contra de la caravana es que su presencia puede provocar inseguridad; desempleo para los mexicanos; sobrepoblación; mayor crisis, y por miedo o temor. Pero todo eso es solo una reacción xenófoba y racista, concuerda Patricio Solís, profesor investigador del Centro de Estudios Sociológicos de El Colegio de México (COLMEX). “Son muletillas que se le colocan a los prejuicios para justificarlos”.

Solís asegura que en términos de cantidad, una caravana de 7 mil personas no es ninguna amenaza para una población de más de 120 millones. Ese número, e incluso uno más elevado, no afectaría la densidad de población del país. Los centroamericanos tampoco alterarían la disponibilidad de empleos. Aun cuando el número de migrantes fuera mayor, y permanente, no impactaría en la ocupación de los mexicanos, por el tipo de trabajos que suelen desempeñar. “Por sus niveles de calificación –explica el investigador– y por sus antecedentes de empleo, estos migrantes se ubican en la parte baja de la estratificación ocupacional”.

Jaramillo, el investigador de Oxfam, dice que los migrantes del éxodo centroamericano no se quedarán con el empleo de un profesionista. “Lo más común cuando los contratan en la frontera sur, con los permisos de tarjetas de visitante trabajador fronterizo, es que los empleen en el campo, en trabajos un poco más precarios de los que ocuparían connacionales. Es la misma lógica de cuando contratan a migrantes mexicanos en Estados Unidos”.

De los trabajadores que están ocupados en México y que son migrantes, especifica Máximo Jaramillo, el 74%, tres de cada cuatro no tienen prestaciones laborales. “De esa magnitud es su mala situación, así que no podrían estar compitiendo con el empleo de todos los que están preocupados en redes sociales”.

Tampoco es que sean delincuentes, “no son personas que vienen a hacer cosas malas, son personas que están huyendo de situaciones graves como la violencia y la pobreza en sus países”, dice Ana Saiz, directora de Sin Fronteras. “La migración irregular no es un delito ni tampoco lo es la necesidad de protección internacional, esto es un derecho, y no por eso son delincuentes”, aclara Daniela Gutiérrez, coordinadora del Área de Solicitantes de Asilo de la Comisión Mexicana para la Defensa y Promoción de los Derechos Humanos (CMDPDH).

¿Por qué entonces causan tanto miedo?

Patricio Solis explica que el éxodo migrante lo que en realidad amenaza es nuestro nacionalismo, construido sobre un proceso de mestizaje que lleva en el fondo un proceso de blanqueamiento de la población. “Es un mestizaje aspiracional que tiende a pasar a la blancura, y la migración que nos viene del sur de alguna manera representa un retroceso en ese proyecto blanqueador de la sociedad mexicana”. Por eso es que no pasaría lo mismo si estos migrantes fueran europeos, agrega. Las reacciones no serían tan fuertes. “Aquí están entrelazados todos nuestros fantasmas, es una mezcla de racismo, xenofobia, clasismo, que se manifiesta en esta coyuntura particular”.

Si se analiza el origen de los migrantes empleados en México, señala Máximo Jaramillo, resulta que, según datos del INEGI, el 17% es de Centroamérica y el 13% es de Europa. “La diferencia es poca, pero claramente los que nos preocupan son los centroamericanos y no los europeos, cuando son ellos quienes traen niveles de educación más altos y pueden sí representar competencia para la clase media”.

Respecto a que primero se atienda a los pobres de México y después se piense en los centroamericanos, “al final de cuentas –dice Jaramillo– y claro que hay criticas respecto a cómo se hace, pero ya se está atendiendo a la población en pobreza en México, no es que no se atiendan. Lo otro es que los migrantes no vienen a ser beneficiarios de los grandes programas sociales”.

Lo que les están ofreciendo con el programa Estás en tu casa, por ejemplo, es atención médica y empleo temporal. “A lo que aspirarían es a algo menor al seguro popular, que ya de por sí es muy carente. No es como que vayan a ocupar el lugar de un mexicano en la atención médica, y sobre el empleo, ya se dijo, sería temporal y precario. El gobierno realmente no les está ofreciendo nada más y quien sabe si eso se los vaya a cumplir”.

 

Esta publicación fue posible gracias al apoyo de Fundación Kellogg.

 

 

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