Naheyeilli Juárez Huet y Francisco Vergara Silva

Muchas personas piensan que el simple hecho de tener los ojos rasgados, una nariz ancha o larga, el cabello crespo, una frente más amplia, piernas cortas o largas, o un color de piel más claro u oscuro –por mencionar tan sólo una pequeña muestra de la diversidad de características corporales externas de nuestra especie– es justificación para clasificar a quien presenta tales rasgos físicos como representante de una u otra “raza”.

FOTO: factorespromocion2010.blogspot.mx
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La idea de que los humanos nos dividimos “naturalmente” en “amarillos mongólicos”, “blancos caucásicos”, “negroides”, “indios piel roja” y otras categorías similares, es la primera gran mentira asociada al uso de la palabra “raza” que aún encontramos en libros de texto escolares, en medios de comunicación, o en una sobremesa familiar. Ningún humano es exactamente igual a otro (con la excepción de algunos tipos de gemelos); sólo hay que mirar dentro de nuestra propia familia para constatarlo. En biología, denominamos variación biológica humana al conjunto de estas diferencias externas. Los avances científicos han demostrado que el concepto biológico “raza” no es aplicable para entender esta variación; la verdad es, que todos los seres humanos pertenecemos a la especie Homo sapiens, originada hace aproximadamente 200 mil años en África y distribuida hoy en poblaciones diversificadas como consecuencia de múltiples migraciones y procesos adaptativos que tuvieron lugar durante varias decenas de miles de años.

IMAGEN: Blumenbach's five races (1795 edition). Treatise on "De generis humani varietate nativa," unnumbered page at the end of the book titled "Tab II" Autor : Johann Friedrich Blumenbach
IMAGEN: Blumenbach’s five races (1795 edition).
Treatise on “De generis humani varietate nativa,” unnumbered page at the end of the book titled “Tab II” Autor : Johann Friedrich Blumenbach

La segunda gran mentira tiene que ver con la relación establecida entre el genoma humano y las diversas características de nuestros cuerpos –es decir, la creencia de que el ADN es como un “programa de cómputo” rígido para construir el fenotipo. La verdad es que si el ambiente cambia, las formas y funciones de los cuerpos de las diversas poblaciones humanas también cambiarán. A este importante atributo biológico se le llama plasticidad fenotípica: esta propiedad explica gran parte de las combinaciones físicas observables en la especie humana, que se multiplican casi indefinidamente a lo largo del planeta.

La tercera gran mentira es que estas variaciones corporales humanas, observables a simple vista, determinan capacidades como la inteligencia, o cualidades o defectos de la personalidad, cualesquiera que éstos sean. La verdad es que éstas son creencias obsoletas que la ciencia ha demostrado como falsas. Asumir en pleno siglo XXI que, por ejemplo, los “negros” son una “raza”, y que por el hecho de serlo son “buenos para correr o para bailar”, o que los “blancos” son “mejores en la natación, en la gimnasia o en las matemáticas” es completamente erróneo y carece de sustento científico. En resumen, la apariencia física no nos autoriza a hablar de “razas” biológicas con cualidades y capacidades fijas. El genoma de todas las poblaciones humanas contemporáneas es prácticamente igual. Y ya que existe una relación indisoluble entre biología y cultura, en vez de hablar de “razas”, deberíamos hablar de variación biocultural humana.

IMAGEN: ec.aciprensa.com
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Doctora Nahayeilli B. Juárez Huet. Profesora Investigadora del CIESAS, sede Peninsular, y miembro de Afrodescendencias, A.C. y de la Red de Investigación Interdisciplinaria sobre Identidades, Racismo y Xenofobia en América Latina.Correo: nahahuet@ciesas.edu.mx

Doctor Francisco Roberto Vergara Silva. Investigador titular del Instituto de Biología de la UNAM y miembro de la Red de Investigación Interdisciplinaria sobre Identidades, Racismo y Xenofobia en América Latina.

Correo: fvs@ib.unam.mx